Acerca de Ricardo Wagner

Admito que descubrí el alma y la paleta de un joven artista que en la atmosfera de sus telas vivían el temblor y las claves del misterio que sanciona el buen arte; había un artista de temprana madurez en las primeras telas que me toco mirar, hasta la embriaguez secreta e interior. Sus trazos delataban el espíritu de un ser humano que revelaba un compromiso casi genético con la formación de fenómenos estéticos vibrantes, capaces de sacudir la retina hasta su asalto; días después leí en los diarios que la Galería Mesa Fine Art presentaba una exposición individual de sus pinturas. De los jóvenes artistas recelo el temor por la abundancia, la saturación, el exceso de información, natural conducta y estado psicológico asociado a su deseo de mostrar sus estados interiores y mostrarse al público como forjadores de mundos imaginéticos que solo existen en la caja de su memoria y sensibilidad creativa. Con la producción de esta pieza el joven Ricardo Wagner reafirma el temblor y la capacidad de impacto que posee para establecer canales estéticos de comunicación en la relación de su obra con el público; se apropia de una iconografía relacionada con el canon estético de los prerrafaelistas que asumen los fundamentos cristocéntricos de la teología cristiana para hablar de la urgente necesidad de construir la matemática y la física que nos irradie una nueva calidad de luz que de algún modo por vía de la redención, nos de señales de garantía de que el mundo, y que la gente que habitamos este gran espacio cósmico tenemos un tiempo seguro para disfrutar del amor y de la paz en un planeta, que al parecer esta irremisiblemente enfermo, tanto en su estado ecológico como en su estado espiritual”.